Aunque parezca poco probable que los milagros existan en un mundo en el que los detalles se cuidan con el máximo esmero y las piezas se ajustan en milímetros, lo que Ross Brawn y su equipo lograron aquel año puede calificarse como tal.
La historia de Brawn GP comienza cuando, a poco más de tres meses de comenzar la siguiente temporada, Honda anunció su decisión de cerrar su proyecto en 2008 debido a la gran crisis mundial. Ross Brawn se unió a Honda esa misma temporada. Junto a Pat Fry, encontró una estructura que solo había logrado superar a los recién llegados Force India y Super Aguri.
Pero, sorprendentemente, el proyecto Honda RA109, diseñado por Jörg Zander y Loïc Bigois para el nuevo cambio de normativa técnica, tenía más potencial del que la marca japonesa había pensado. Gracias a la mano tendida de Martin Whitmarsh, por entonces jefe de equipo de McLaren, Mercedes colocó su motor V8 en el hueco dejado por el fabricante japonés. Y el controvertido doble difusor (que también llevaban desde el inicio de año Toyota y Williams) hizo el resto…
El 6 de marzo de 2009, se confirmó que el equipo se llamaría como uno de sus jefes: Brawn GP. Con un coche pintado de blanco y unas líneas amarillo fosforito y negras. Donde apenas se leía un nombre más allá de Brawn GP y el de Bridgestone en los soportes del alerón trasero.
En Australia, Brawn GP dio la campanada con Jenson Button y Rubens Barrichello logrando el primer doblete del año, algo nunca antes visto en la Fórmula 1. A partir de ahí, Brawn GP completaría una primera mitad de año para enmarcar. Seis victorias y otros seis podios en los primeros ocho grandes premios.
La superioridad del equipo fue disminuyendo a medida que avanzaba la temporada. Aún así la distribución de triunfos entre sus rivales ayudó al ingles. Se llegó a la penúltima carrera en Brasil con solo tres pilotos con opciones de título: los de Brawn GP y Vettel.
En una alocada carrera en Interlagos, Button se proclamó campeón del mundo de Fórmula 1. A pesar de obtener un resultado que no le permitió ni siquiera subir al podio. Pero el trabajo estaba hecho y los puntos no mentían. Brawn GP había pasado del infierno a los cielos. De estar a punto de desaparecer a arrasar en la primera mitad de la temporada y vivir de las rentas en la segunda.
Los milagros no suelen ocurrir en el Gran Circo. Que un equipo sin apenas patrocinadores, con una alineación de pilotos que no era la mejor del momento y con el presupuesto justo para llegar a fin de temporada consiguiera llevarse los dos títulos aquel año es prueba de que a veces hay margen para la sorpresa. A finales de aquél año Mercedes compraría el equipo. Era el comienzo de una hegemonía.