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El Black Power; la política vuelve a cruzarse con el deporte

Momentos históricos

El 16 de octubre de 1968 los atletas afroamericanos Tommie Smith y John Carlos alzaron su puño envuelto en un guante negro protagonizando una de las imágenes mas icónicas del olimpismo.

La década de los 60 comenzó en los Estados Unidos con la segregación racial en las escuelas, baños e inodoros separados para blancos y negros, y bebederos de agua independientes para cada raza. Sobre todo en los muy conservadores estados sureños esto se llevaba a rajatabla. En el resto del país se luchaba para poner fin a esta discriminación. Los días del black power estaban muy lejos.

A la llegada de las olimpiadas, en 1968, la mejoría había sido muy leve. Lo segregación, como en los medios de transporte, por ejemplo, seguía aún vigente. Líderes como Martin Luther King, que invocaba a la resistencia pacífica de los ciudadanos afroamericanos, o Malcom X, mas contundente en su discurso, dieron gran repercusión mundial al problema.

En los días previos al comienzo de los juegos olímpicos se habló de un boicot de todos los atletas negros participantes, de todos los países, en apoyo a sus hermanos de los Estados Unidos. El boicot afortunadamente no prosperó, y los juegos siguieron su curso.

El primer día de los juegos algunos de los que subieron al podio lo hicieron descalzos con calcetines negros, como en la prueba de 100 metros, aunque no se les prestó mucha atención. La mañana del 16 de octubre tuvo lugar la final de los 200 m lisos. El atleta estadounidense Tommie Smith ganó la carrera de los 200 metros con un récord del mundo de 19.83 segundos. El australiano Peter Norman terminó en segundo lugar y el también estadounidense John Carlos tercero.

Subieron al podio descalzos, como muestra de la pobreza y condiciones en que vivían los afroamericanos en su país. Luego alzaron su puño enfundado en un guante negro, y bajaron la cabeza mientras sonaban las notas del himno de los Estados Unidos. Con este gesto hicieron visible su protesta, por la tensión racial que se vivía en su país. Aquel gesto no fue en balde. Los tres medallistas de 400 metros, todos estadounidenses, lo repitieron. Hasta Bob Beamon se sumó tras su impresionante salto. Eran los juegos del Black Power.

A su regreso a los Estados Unidos, estos dos deportistas recibieron amenazas de muerte, fueron atacados por la prensa, discriminados y tratados como delincuentes. Smith dejó el atletismo para acabar jugando al fútbol americano en los Cincinnati Bengals. Su compañero Carlos continuó un poco más hasta que hizo lo mismo y jugó para los Philadelphia Eagles. Y no olvidemos a Peter Norman, compañero de aquel histórico podio. El Comité Olímpico Australiano le prohibió volver a competir en cualquier Olimpiada. Terminó sus días hundido entre la depresión y el alcohol. Falleció en 2006 y Smith y Carlos portaron su féretro el día de su entierro.

Unos héroes que fueron prácticamente olvidados. Los mismos afroamericanos, quien sabe si por miedo o temor a las represalias, en ese tiempo también les dieron la espalda. 40 años después, en el 2005, recibieron su merecido homenaje. Un monumento en su honor que se encuentra en el campus de la Universidad estatal de San José, California.


Imagen de portada; Angelo Cozzi (Mondadori Publishers), Public domain, via Wikimedia Commons

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